Microsociología del tarijeño  

Salir a trotar a las 6 am es una buena idea, cuando todos duermen, y no, no me refiero a la basura que dictamina la filosofía barata de “El club de las 5 de la mañana”, en este sentido, prefiero leer la montaña mágica de Thomas Mann, al menos por las mañanas divagaré entre los recodos de colores surrealistas que apreso en sinestesia mientras estos permanecen inadvertidos en medio de la neurosis colectiva. Pero dejando las digresiones para otro momento. Enserio, ¿Hay alguna especie de grupo interesado en conocerse mutuamente como lo hacen los europeos en Meetup? Ellos tienen ganas de trotar pero que mejor que hacerlo en grupo, ojo que en Europa todos están ocupados trabajando y viviendo a largas distancias, se necesita con apremio de la mediación virtual para buscar gente con intereses comunes en la multiforme mancha urbana.

La verdad es que; (desde la ciudad que escribo en Sudamérica), nos odiamos, pero queremos ampararnos en nuestros prójimos irónicamente sin ningún tipo de vinculo fruto de la individuación, como mencionaría Zygmunt Bauman: “Nuestra única necesidad de crear una comunidad es la de interconectarnos, más que la búsqueda de causas comunes”. Aunque dicho patrón de comportamiento neurótico no dista mucho de lo que sucede en Basilea, he aquí la diferencia; los europeos de la región alpina saben lo que quieren, ven la manera de llevarlo a cabo con grupos de apoyo que están visibilizados dentro de la sociedad y en caso de que no se tengan las alternativas a disposición surge la publicación de encuentros en este tipo de aplicaciones (Perfecta racionalización del tiempo y canalización de la energía física). Pero claro, constan de los medios necesarios para llevar sus cometidos, así como de la iniciativa suficiente libre de prejuicios respecto a cómo pueden ser percibidos por el entorno. El factor; iniciativa actúa en función de subsecuente del factor de los medios debido a la correlación establecida por la constancia amalgamada. Ilustremos este escenario, por ejemplo, Aristóteles clasifico a las amistades en tres tipos: Por utilidad, por placer y por virtud. ¿Cuántos virtuosos existimos en esta ciudad? ¿Tal vez fuese más pertinente preguntarnos Cuantos son los virtuosos que se conocen? ¿Pero Cuan placenteras son las relaciones con los demás si virtuosos no lo somos? Ser útiles y darnos placer es lo que nos queda en medio del regionalismo, esnobismo y clasismo imperante, tal es nuestra configuración dada mediante la introyección generacional.

Ago presiento en cada manifestación de la esfera pública; monotonía acaecida simultáneamente con la unidimensionalidad propia de aquel quien no ha logrado la individuación  de todo el propósito que contiene dentro de sí mismo, muchos se limitan al proceso de la desinviduación en el cual el mayor mérito ante el despojo de los estamentos y la creciente de las clases sociales en la época moderna es asumir el rol gregario del buen ciudadano, siendo que esta es solo una instancia del individuo  per se y el individuo de facto, debido a que el ciudadano es una persona inclinada a procurar su propio bienestar a través del bienestar de su ciudad (Así lo mencionaba De Tocqueville). Se aprecia entonces claramente la primacía del bien común, pero esto deja abiertas las puertas a los mecanismos de regulación de las entidades de poder, lo cual desemboca en que uno ya no sea capaz de poder asumir la satisfacción/autoafirmación a su modo. Lo pongamos de esta manera, el individuo perse se denota a través del derecho divino de coexistir con sus semejantes; su macro y microentorno. Mientras que el individuo de facto denota la delimitación de la individualidad que a lo que conduce es a la realización en solitario, fuera de la vida pública, lo cual erradica cualquier impulso destructivo y furtivo de desesperación, mediocridad, aburrimiento existencial o el resentimiento seguido del póstumo autoengaño ante el cual muchos logran ampararse en pseudo ideologías progresistas en las cuales se canalizan cada una de las particularidades individuales hacia afuera de estas, tornándolas en un espectro que les es totalmente ajeno a la verdadera pomesse de bonheur (Felicidad), ya que la parametrización  de la realidad objetiva no puede aplicarse a la configuración de la realidad subjetiva. ¿Ya ven? Funciona más como una aguja hipodérmica que se implanta por la córnea que guarda recelo, pero ante el más mínimo placebo es estimulada para no proceder en contra de lo que se está suministrando (¡Bastante Huxleyano eh!).

Nos estamos aculturando atemporalmente, estamos imitando y siguiendo patrones de conducta que son propios de la sociedad moderna de finales del siglo XX, sucede que de pasar de vivir en estamentos es decir de estar regidos por nuestro hábitos de vida ahora estamos regidos y distribuidos socialmente por nuestros hábitos de consumo entonces estamos acomodados en clases sociales las cuales son escalables o accesibles mediante el uso de ciertos símbolos que contienen la significación de elementos propios de la clase; la marginalidad crece, al generar un falso sentimiento de pertenencia ante necesidades que nos son ajenas, pero sin más vivimos fieles a nuestras clases. Parafraseando a Nietzche se podría decir que: “Uno no puede ser Über (Superior) si no aspira a la realización del concepto de Mensch (Hombre) lo cual conformaría el concepto acuñado de Übermensch (Superior al hombre)”. Eso dice mucho de cuanto las formas deterministas de nuestros sistemas de consumo y de cómo apaciguarían a nuestros instintos ignorados, lo cual nos deja sin aliento a tal punto de reducir los objetos a un sistema de símbolos por emulación (Característica propia de la episteme de la ciencia del siglo XVI, sin embargo la variable completa de estudio se define en proximidad, semejanza, emulación, analogía de las cuales todas están mediadas por la simpatía y la antipatía que no cesa de acercar las cosas y de tenerlas a distancia). Una manera de comprender nuestra cosmogonía verdaderamente, todo esto en quid pro quo de obtener el panorama completo de nuestra episteme.

Lo cierto de nuestra episteme (Estado del conocimiento en un lugar y tiempo dados), es una baja autoaceptación individual. De alguna manera, aunque ya no existan regímenes totalitarios en su figura estricta como en el siglo XX, estamos presentes ante un nuevo escenario político/tecnológico en el cual la negación de nuestro Eros y Tanatos se vincula a nuestra baja capacidad resolutiva ante la vida, la falta de propósito genuino, la falta de Lebenssinn. Somos behavioristas a mas no poder, conservadores en términos coloquiales. A ver, Freud postula la sublimación como el proceso en el cual los impulsos y deseos humanos, especialmente los considerados como inaceptables, se transforman en actividades aceptables e incluso valoradas culturalmente. La transición a la posmodernidad en la que aun vivimos simultáneamente con la metamodernidad desvía hacia el campo de la desublimación en el cual los impulsos y deseos, en vez de ser transformados en actividades culturalmente aceptables, son liberados de manera directa y cruda. De hecho, esto podría suponer un avance; todos nos satisfacemos en la fiesta como Don Juan mientras nos regodeamos con Dionisio en las faldas de María Antonieta, pero ya que apremia dicha situación mencionada, esta rápida liberación de ciertos deseos y satisfacciones inmediatas mantiene paradójicamente a las personas bajo control y evita la verdadera liberación y emancipación. No es necesario ser un ilustrado para saber cómo funciona el sistema de recompensas en nuestro cerebro, y como los estímulos de la hiperrealidad alteran nuestros niveles de dopamina de una manera inusual (A saber, inclusive que los likes en las fotos que posteas en Instagram generan un nivel de recompensa similar al del consumo de alimentos procesados con alto contenido de azúcar), lo mencionado con las redes sociales corresponde a los hiperestimulos ante los que estamos expuestos. Pero bien, en lugar de canalizar los impulsos hacia formas sublimes de impresión crítica y artística, la sociedad de consumo promueve la satisfacción directa de los deseos a través del consumo de bienes y servicios. Gracias bendito Stablishment, a las personas menos informadas nos encanta jugar con los ojos vendados a ponerle la cola al burro, mas ya no importa la careta que presten; si son de derecha o izquierda, el populismo es su lema en medio de toda la maquinaria mediática que es mórbida y repugnante.

Hay un patrón evidente, en medio de todo el desamparo sublimado debido a la falta de condiciones que estimulen la individuación; la adquisición de roles dentro de rutinas para la proyección del yo y evitar la vulnerabilidad social no es la excepción que confirma la regla, es más bien ley. Esta debe estar bien cuidada en todo momento (¡ojo!), porque si no quedas relegado al plano de los marginales. Esa es la hipocresía de nuestra sociedad, queremos reformas políticas y sociales cuando rechazamos la divergencia y lo multicultural (Con lo dicho mi intención no es ampararme en ningún discurso populista para las masas, mucho menos con la ideología nacional dominante). Mas, sin embargo, es la de dar voz a quienes, a pesar de compartir características comunes con los “socialmente adaptados”, en cuanto a vicios y virtudes en muchos casos resultan ser los desclasados. Bueno, he aquí el devenimiento de la máscara que adquirimos de la impostación de las rutinas, el hecho de que lo hacemos por una cuestión funcional o pragmática para dar una impresión determinada, sin embargo, aquí sobreviene una variable que conlleva consigo mismo, la de la valoración esperada fruto de su exigencia moralista subjetiva que no supone más que proyecciones de constante descontento en su mismo ser. En este punto todos los intentos terminan por desfallecer y uno termina integrándose a lo que todos esperan en pro de no mermar su honor; la individuación se desvanece. Así es como nos perturbamos y nos autosaboteamos siguiendo a la masa, benditos hombres masa.

Para aclarar la cuestión de objetivación quiero recurrir en este caso a la teoría de los marcos de Erving Goffman; aquí se encuentran los: marcos primarios naturales que son aquellos que identifican acontecimientos que carecen de orientación, dirección o guía, estrictamente físicos. Los marcos primarios sociales que sociales sirven para interpretar acontecimientos que incorporan el deseo, la intención, un esfuerzo inteligente, una mediación viva, el ser por excelencia el ser humano. El primero fija un determinismo mientras que el segundo la dinámica que parte de nuestra dramaturgia social. Así que, ¿Cuál es nuestra dramaturgia social?

Todo esto se me antoja una especie de eterno retorno barbárico, un pueblo fantasma en decadencia. Casi nunca las personas entre si se dirigen la palabra, pero por circunstancias del destino al concurrir lugares comunes donde coinciden conocidos en común se conocen, lo que los conlleva a personificar todas sus frustraciones y/o deseos en ellos, nada ocasional…todo circunstancial. Y si, no hay empleo, no hay inversión, pero hay una bien merecida fuga de intelectos (En este caso omitamos a los políticos puestos a dedo por nepotismo). Prosigamos, los lugares de esparcimiento están limitados al consumo de alcohol y estupefacientes (Drogas blandas y duras) en lugares donde asisten los mismos consuetudinarios que no son más que personas que si bien no están marginalizadas como muchos alcohólicos o drogadictos en situación de calle o que están ubicados en el estrato bajo de la pirámide socio-económica, comparten muchos comportamientos propios de esos grupos de personas, claramente el daño no es tan avanzado como el de ellos en cuanto a organicidad pero en cuanto al carozo de su bagaje cultural se descompone gradualmente desde que se concibió la fructificación. Esta vuelta de tuerca de eterno retorno tiene su lógica en que las primeras experiencias siempre condicionan y/o estructuran las siguientes y es que el cuerpo esta modelado por las condiciones materiales y culturales de existencia que se erigen desde su génesis. Cabe mencionar que el cuerpo pasa por un proceso de metamorfosis institucional, si, las instituciones ejercen poder ya que el habitus como interiorización de la exterioridad, implica también la incorporación en los cuerpos de las relaciones de poder constitutivas de la sociedad. Foucault expresaba: “El poder produce conocimiento… poder y conocimiento se implican directamente uno en el otro… no existe relación de poder sin la constitución correlativa de un campo de saber, ni saber que no presuponga y constituya al mismo tiempo relaciones de poder”.

Nos reintegremos a la cuestión de Goffman. Las observaciones realizadas sobre los comportamientos en el mundo animal nos permiten abordar el concepto central del análisis de marcos: Las claves (The key). Esto remite el concepto de marcos secundarios pero si estamos saturados de actividades monoculturales; kermesses todos los fines de semana para consumarse en la resaca de domingo (Ayudamos a la causa sin saber si cuando despertamos de la borrachera en realidad esos fondos fueron destinados en su totalidad para la causa), discotecas monotemáticas repletas de expresiones hieráticas, bares de rock que solo promueven el carácter estético mas no el de praxis artística de la música, así mismo sucede con los pintores que en la única galería de toda la ciudad exponen representaciones de mujeres en pollera, hombres con las típicas ojotas del lugar, la arquitectura colonial…pero el cuadro esta vacío de connotaciones, semióticamente hablando son solo ejercicios de aprendices que vacían una carga denotativa sin contextos históricos subyacentes. Este es un problema estructural que se desprende y emana desde las instituciones que solo nos hablan del orden imperante, pero nunca comprendemos nuestro materialismo histórico, no sabemos ni siquiera por cultura general el como este gobierno actual permanece en un estado hegemónico, no sabemos nada sobre la tierra que pisamos. Sin una arqueología ni genealogía del saber ¿Cómo es posible que podamos generar una reforma social (que sea también estructural) de lo que tanto aborrecemos? Queremos transgredir el orden social y político ni siquiera en exegesis si no a través de la verborrea, somos como los bufones de la edad metamoderna de estos autócratas. En otras palabras, bien somos conscientes de la situación para quejarnos, pero solo arreamos con un estilo de conformidad adquirido. De que sirve quedarse en el trecho de entre el dicho y el hecho, para esta sardónica, pero paradójicamente trágica situación aludo a Foucault, quien dijo: “Lo propio del saber no es ver ni demostrar, sino interpretar”.

Foucault menciona que: “El hombre se preocupa por sí mismo; pero, a la inversa, este mismo hombre transmite las semejanzas que el recibe del mundo”.  Salimos arrojados hacia la vida en creces de las circunstancias para que estas definan nuestras actuaciones que terminan de conformar el núcleo de nuestras intenciones aún sin desarrollarse. Ya hablé antes sobre la adquisición del rol de ciertas rutinas para poder desempeñarlas eficientemente, lo cual es esencial, pero subrepticiamente esto conlleva veladamente una reificación, desprendiéndose así de este fenómeno los verdaderos autómatas que están disfrazados entre los entes más sonrientes, verdaderos cínicos que surgen ante la necesidad descollante de tener que ahorrarnos el tiempo necesario para poder ejercer ciertos recursos retóricos y dialécticos. Estamos totalmente imbuidos en el Gesellschaft (Sociedad frívola e impersonal del egotismo y la megalomanía con su clásico sello de sesgo de superioridad ilusoria), de la vida, en eterno retorno sobre un tiovivo.

¿Qué podemos esperar? La apología latente de matar el tiempo en compañía. Nuestra idiosincrasia de postureo aunada al menosprecio hacia lo ajeno y diferente para llamar la atención de un microentorno nos absorbe al no tener los atributos suficientes para compartirlos, peor aún de discutirlos, estos son los denominados histriónicos disfrazados. Y claro, si uno no goza de ningún atributo excepcional el medio más fácil que justifica los fines es el del sensacionalismo, el de la externalización de los impulsos primarios; deleite malsano del voyerismo. No hay ninguna pretensión de puritanismo políticamente correcto, simplemente el quid del asunto radica en el divorcio sin resolver entre lo apolíneo y lo dionisiaco cuando estos dos aspectos de la totalidad del ser forman parte de su integridad y deben de ser mas que tomados como rasgos de personalidades socialmente aceptadas o rechazadas, como características de nuestra naturaleza que deben de ser concebidos, internalizados y reconciliados. Esto es la individuación, en terminología Junguiana,

Pero sigamos la ruta del tentempié; EFECTO DUNNIN KRUGER: Los que acaparan los medios o las conversaciones cotidianas son los que menos saben, pero por saber tan poco tienen la suficiente confianza para explayarse en logorrea mientras que muchos que rozan lo docto en cuanto a lo que se está tratando ni siquiera están presentes en la reunión. Están en sus casas disfrutando su soledad o en compañía de cuantos tantos cuatro otros locos como él.

Pasamos por una aculturación mediante capitales culturales ajenos a nuestra individualidad. Estos reemplazan dicha característica nuestra, estableciendo un sesgo de falsa identidad pero que sin embargo son reconocidas como legítimas. Acudimos así a la apropiación de signos que simplemente coexisten para ser revelados ante el ojo del espectador quien los asimila en su proceso de individuación. Aunque en gran medida la línea divisoria entre lo mediato e inmediato no es más que algo ilusorio en las representaciones de la voluntad. Vivimos en un mundo de representaciones, a eso le llamamos subjetividades, aunque algunas ya no se distinguen de lo que es objetivo, pero el cómo las percibimos se denomina subjetivación. Hay una falsa dicotomía que los separa y es necesaria superarla con el fin de aislar las nociones de habitus (conjunto de normas y expectativas adquiridas inconscientemente por los individuos a través de la experiencia y la socialización como disposiciones encarnadas, «internalizadas como una segunda naturaleza» como afirmó Pierre Bordieu), con las nociones de espacio social, campo, capital que vincula relaciones y posiciones que limitan el sentido de “oposición de lo que uno puede o no permitirse”. El habitus implica tener una noción de historicidad, pero siempre recalcitrantes nos mantenemos congregados en el mismo modus operandi de statu quo.

Volviendo hacia los países alpinos, hay grupos para todo, el único requerimiento mínimo es la disponibilidad de querer hacer algo en comunidad en el tiempo libre para llevar más allá la propia virtud, ¿Será coincidencia que personalidades como Carl Gustav Jung hayan desarrollado su vida intelectual en este país? Sin embargo, en esta ciudad de pobres corazones ubicada en la periferia de un país al borde del abismo de la política y economía global, las bibliotecas están vacías, los únicos “idiotas” son personas de la tercera edad que por habito asisten a leer los diarios matutinamente o en matiné (Los menciono como idiotas porque en la esfera social común y corriente se juzga a los demás por sus apariencias y no por sus acciones, razón por la cual nada destacable emerge de entre quienes “hacen cosas” pero bueno tampoco le echemos toda la culpa a esta gente que está sometida en un sistema del que apenas son conscientes, los problemas estructurales son temas para los especialistas ¿no? Bien, pero tampoco es que haya mucha literatura especializada, en fin, alguien ya en algún momento se levantará en contra del statu quo y proclamará contra la oclocracia (¿Hará algo no?), mientras tanto meto mis narices en lo mío.

A todo lo expuesto, al menos espero que este ejercicio dialéctico basado en la teoría critica sirva como modelo para la cogitación del ser pasivo, ya que este posee una dimensión dinámica al igual que los sucesos que interioriza, pero que solo pueden ser adquiridos desde la soledad, individualidad hacia la socialización y el proceso de interacción. El peso debe equilibrar ambas aristas de la balanza para el hombre ligero. De este modo, es que este ensayo se presenta como un prefacio hacia un marco teórico para marcar una consciencia situacional, única instancia que puede funcionar como agente social de las anestesias sociales que nos machacan mediante los medios de comunicación masiva y la propaganda que es consumida sin retroalimentación, sin esfuerzo psíquico, sin la respectiva subjetivación.

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